En el siglo XXI Internet se caracteriza por la sobreabundancia de información de la que se puede nutrir cualquier persona, pero ¿lo que hay en la red es de todos? Obviamente, no. A ver es como decir que toda la información almacenada en la biblioteca pública de nuestra ciudad nos pertenece. Una cosa es que una persona haga uso de ella y otra muy distinta es que se atribuya reflexiones, deducciones o análisis ajenos. A nadie se le ocurriría adjudicarse la Teoría de la Relatividad porque su autor fue Albert Einstein. Entonces, ¿por qué no pasa lo mismo con los documentos o datos extraídos de Internet?

A todos nos gusta que nos reconozcan el esfuerzo, unos apelando a la justicia y otros al orgullo. Lo cierto es que son muchos los que se apropian de las cosas de los demás. Vamos que roban. No un material irremplazable, pero sí una idea. ¿Es que las ideas no tienen su valor? Para controlarlo, que no evitarlo, se utilizan licencias como las 'Copyleft' de Creative Commons para asegurarnos los 'derechos de autor' de mi creación individual. El autor establece las condiciones de uso de su obra: distribuirla o reproducirla citando siempre el documento original, crear trabajos derivados, prohibir su comercialización... Fomentando así la libre cultura en Internet.

Con las licencias el autor es el responsable de la comercialización de sus obras en una época donde el 'prepago' por la información está en vías de extinción. La protección de nuestros textos no incluye el pago por su lectura, ya que en cuanto al internauta se le pida una retribución, por muy mínima que sea, el cursor del ratón irá en busca de la pestaña 'Cerrar' de nuestro portal. Con ello no sólo se pierde interactividad entre el creador y los usuarios, sino que también se deteriora la calidad de la información en la red y la formación de los internautas.

Creative Commons ha puesto la medicina: las licencias para asegurar los 'derechos de autor'. Ahora nos toca a los internautas hacer uso del remedio: "Copiar, Pegar y Citar".

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